Cada idea toca lo material por primera vez en dos dimensiones y en papel; esto ayuda a hacer más tangible el diseño y a prever medidas, materiales y técnicas con antelación para evitar errores y desperdicios innecesarios de material.
Cuando el plano está listo, se comienza a trabajar en el primer modelo tridimensional de la pieza en un material muy maleable y resistente parecido a la cera, que se moldea con limas y calor hasta lograr el volumen y textura ideales para la pieza final.
Una vez que el modelo de cera es exacto, se lo encierra en un molde blando que al fraguar soporta altísimas temperaturas, sin más salida que un pequeño orificio; esto permite derretir y evacuar la cera para que metal fundido ocupe finalmente su lugar.
Aquí comienza la parte más dedicada del proceso de terminaciones: sucede que, si bien la fundición es bastante exacta, la textura que arroja es muy porosa y los detalles poco precisos. Con herramientas varias, siempre detrás de algunas lupas y con obsesión por el detalle, en el banco del joyero se marca la diferencia.
Todas nuestras piezas se terminan con un proceso de galvanoplastía mediante el cual se deposita una capa muy fina de otro metal sobre toda la pieza para agregarle valor, cambiar el color o preservar su brillo.